Romería Vikinga de Catoira

La primera vez que fuí a la Romería Vikinga era bastante pequeño (no recuerdo exactamente cuantos años tenía), recuerdo estar sentado sobre la hierba en un alto con mis padres y rodeados de mucha más gente. Todo el mundo mirando al mar esperando algo que yo no acababa de ver. En un determinado momento mi padre me cogió en brazos y me dijo «mira, mira, vienen los vikingos». A mis ojos de niño aquello era una cosa como salida de una película: bordeando la costa se aproximaba un barco lleno de furiosos vikingos dispuestos a asaltar la costa. El barco se aproximó a la orilla y los vikingos saltaron al agua dispuestos a tomar el sitio donde estábamos, saltaban por encima de la borda, desde la proa, e incluso uno de ellos (se me quedó muy grabado en la memoria) con el ansia de desembarcar le dió una patada a la baranda del barco rompiendo un trozo y saltando después por el hueco…

… después los vikingos se fueron a la zona donde se repartía el vino y allí acabó la invasión. Dio igual, para mí, en ese momento los vikingos estaban allí.

El que quedase grabado en la memoria de forma tan detallada fue malo porque al crecer me dí cuenta pronto de que el barco vikingo no era más que un barco cualquiera «maquillado» y que el furioso vikingo que rompía la borda era un tipo que le pegaba una patada a un cacho de corcho blanco pintado. Sin embargo la sensación de «esto es genial» persistió a pesar de todo ello.

Con el paso de los años volví unas cuantas veces (sobre todo en mi época de universidad) y el encanto inicial desapareció. Con el tiempo en Catoira fabricaron un barco como dios manda, se hermanaron con las poblaciones de Frederikssund (Dinamarca) y Watchet (Reino Unido) dando lugar a unos intercambios culturales, pero los «rudos vikingos» son esto:

 

 

La Romería Vikinga de Catoira, que se celebra todos los años el primer domingo de Agosto en, obviamente, el pueblo de Catoira me tiene emocionalmente dividido.

Por un lado es una fiesta con un planteamiento como deberían ser las fiestas, por y para la gente del propio pueblo y buscando la participación de los vecinos. Si vemos el programa de las fiestas es indiscutible que el ayuntamiento busca que los vecinos lo pasen bien.

Pero por otro lado, si lo miramos desde otro punto de vista, la Romería Vikinga es también un quiero y no puedo. Esa misma ansia de participación por y para los vecinos hace que el consistorio se cierre a muchas oportunidades. Porque, tomemos por ejemplo ¿qué se necesita para que una localidad cree un envento recreacionista? Espacio, dinero y ganas… pero sobre todo espacio y ganas.

Con las actividades que Catoira tiene ya incluídas en su programa, el establecimiento de un Encuentro Recreacionista Vikingo supondría un gasto mínimo(casi gratis) ya que dispone de una infraestructura, actividades relacionadas, participación popular… y desde luego espacio alrededor no falta. ¿qué falta entonces? Ganas de hacerlo.

Y si miramos la cosa con frialdad vemos que Catoira cuenta con el potencial para convertirse, si el consistorio se decidiese a ello, en un punto de encuentro recreacionista internacional. Actualmente el pueblo tiene ya unos cuantos contactos internacionales realizados, y si algo hay por Europa son grupos recreacionistas deseosos de acudir a una recreación seria. Se podría pensar que no es así, que acudirían grupos españoles y poco más, pero si vemos como se han desarrollado estas cuestiones en otros países veremos que no. Las «grandes recreaciones» no son en grandes ciudades, son en lugares que se han preocupado de cuidar su historia y hacer de sus eventos recreacionistas algo serio y de calidad.

Catoira tiene la oportunidad y tiene el potencial, lo único que tendría que hacer es dar un paso al frente.

2 respuestas

  1. ¿Habría hidromiel? Lo de violar monjas… supongo que sería ilegal.

  2. Mucho me temo que con el alcohol que corre por allí, si les diesen permiso para violar a un monja acabarían intentando violar a Batman confundidos por la capa negra.

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